Guadalupe Faraj: "Escribir es una forma de estar"

Entre los libros publicados en Argentina en el último año, hay una novela imposible de ignorar para cualquier lector o lectora que se precie devoto de las ficciones distópicas. Se llama “Jaulagrande” (Fiordo) y su autora es Guadalupe Faraj. En poco menos de 150 páginas, esta escritora y fotógrafa argentina desarrolla una historia inquietante que tiene lugar en un mundo jaqueado por el hambre, el destierro, la soledad y, cuándo no, el control institucional. Narrada con extrema sensibilidad, sin grandilocuencia pero con mucho ingenio, “Jaulagrande” traza un universo desquiciado y en plena agonía. Dicen que las comparaciones son odiosas, pero al leer la novela uno percibe que el escenario representado se asemeja bastante a nuestra realidad o, como mucho, parece estar a la vuelta de la esquina. De este y otros temas hablamos con Guadalupe Faraj.  

Infonews: -¿Cómo fue el proceso de escritura de “Jaulagrande”?

Guadalupe Faraj: -El proceso fue lento, creo yo que como todos los procesos de escritura, en mi caso. “Jaulagrande” empezó siendo un cuento, se llamaba “Jaula grande”. Luego, la historia fue creciendo, el texto se convirtió en una novela corta, y el nombre en “Jaulagrande”.

In: -Al sumergirse en el mundo distópico que describe el libro, para el lector resulta imposible no vincularlo con la pandemia de Covid-19 que acabamos de atravesar. ¿Escribiste la novela tomando como referencia ciertas vivencias pandémicas o se trata de una historia que tenías pensada de antemano?

GF: -Hacía mucho que quería escribir acerca del mundo militar y me pareció bien entrar desde la distopía. En ese sentido, la pandemia no tuvo nada que ver. Tal vez se la pueda vincular por lo distópido, justamente. Por la irrupción de un mundo desconocido y bastante oscuro y, a la vez, por la potencia de lo que quiere seguir viviendo. Pero la realidad es que escribí “Jaulagrande” mucho antes, cuando ni siquiera imaginábamos la posibilidad de atravesar algo así. 

In: -En la novela, los personajes que habitan la base militar van y vienen en soledad, pero con la sensación a cuestas de ser observados permanentemente. Esta idea me remite a la teoría del panóptico de Michel Foucault, ¿no? ¿Lo planeaste así? 

GF: -Si la que observa los personajes soy yo, la escritora, no sería tan bueno. Pero pensándolo en otro sentido, en la estructura de los cuarteles, de los rangos militares, hay una relación con lo que es vigilado, con lo que vigila. Hay control, o hay intención de control. Están los que son observados por otros que, a su vez, también son observados. Es una pirámide donde el gran observador podría ser dios, ¿por qué no?

In: -Pese al escenario apocalíptico, los protagonistas de “Jaulagrande” nunca renuncian a combatir su desdicha. Más que a salvar su pellejo, sus acciones están destinadas a la búsqueda de cierta felicidad; ¿estás de acuerdo con esto? 

GF: -Sí, estoy de acuerdo. Aunque su forma de felicidad no coincida con la mía, cada personaje busca su felicidad o bienestar. Si yo fuera uno de ellos, hubiera tomado el mismo camino.

In: -¿Escribís de manera compulsiva, esporádica o tu literatura no se amolda a un método en particular?

GF: -Tal vez sí se amolde a un método, pero ese método o manera no tiene que ver con lo compulsivo o esporádico. Escribo continuamente. Es un hilvanado que va en diferentes direcciones. Diferentes pero no dispersas entre sí. Todas esas direcciones salen de una misma persona, claro, así que siempre, aunque escriba distopía, crónica, notas para revistas, rondo lo mismo, las mismas búsquedas o preguntas. Escribir, sobre todo, es una forma de estar, supongo que como muchas otras cosas, oficios, actividades.

 

In: -¿Hay un nuevo libro de Faraj asomando por el horizonte?

GF: -Sí, “El año reptil”, un libro inédito que estoy terminando de corregir.

 

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