Identidad LGBTIQ+ y Memoria: dos gigantes que caminan de la mano

En vísperas del 24 de marzo se me hace inevitable reforzar la memoria: recorrer videos que vi miles de veces, mirar fotos de esa oscuras época (una, diez o cien), reforzar la sensación de que en los pañuelos blancos se encuentra un indiscutido manual para la vida, conmoverme desde lo profundo de mis entrañas, como si un fuego me incendiara desde adentro la fuerza de la lucha que, a veces, las derrotas (y las derechas) pretenden pulverizar, pero no, no es posible porque hay una huella identitaria que me sacude y atraviesa.

En los últimos años de mi vida, quizás después de los 30, comencé a asumir mi orientación sexual como una parte de mi identidad, esa que se configura en construcción -y deconstrucción- permanente. Entonces, ¿cómo se define una identidad que está en construcción constante? ¿Cuál es el vínculo intrínseco e inevitable que encuentro entre mi identidad de pertenencia a la comunidad LGBTIQ+ y la identidad de la memoria y los derechos humanos?

Como respuesta inmediata tengo en mi mente una foto continua: Norita Cortiñas y su apoyo y apropiación humana de todas las luchas. Es, también, en el apoyo a la diversidad de Madres y Abuelas donde encuentro la respuesta, en la pertenencia y la unificación por la creciente visibilización del reclamo por lxs 30.400 compañerxs desaparecidxs, es en el hecho de salir a la calle para que nos vean y para no olvidar donde me encuentro, donde las encuentro a Ellas y donde nos encuentro.

No hay ni habrá justicia social si hay olvido, y no habrá justicia social, ni la memoria será completa sin reconocer a lxs 400 que no están.

 

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