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Julián López: “Mi escritura siempre tiene una mirada melancólica”

El notable escritor porteño charló con Infonews sobre cómo vivió en su momento las repercusiones de su primera novela "Una muchacha muy bella", el desafío de volver a escribir después de un éxito editorial y qué fue lo más sorprendente que le dijo un lector, entre otros temas.

Foto: Alejandra Urresti
Foto: Alejandra Urresti

Nueve años atrás hacía su aparición en las librerías la novela “Una muchacha muy bella” (Eterna Cadencia) y su autor, Julián López, alcanzaba una notoriedad insospechada. La historia del niño que vive en un modesto departamento en Buenos Aires con su madre soltera, militante del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), en los trágicos años setenta, pronto cosechó elogios de la crítica y los lectores. No caben dudas de que el libro le dio un impulso definitivo a la carrera literaria de López, quien hasta entonces solo había publicado un libro de poemas, “Bienamado” (2004). Sin embargo, tras “Una muchacha muy bella”, el escritor porteño no se dejó tentar por las mieles del éxito y recién volvió a publicar cinco años después, cuando salió al ruedo la extraordinaria novela “La ilusión de los mamíferos” (Literatura Random House). En 2020 retornó a la poesía con “Meteoro” (Literatura Random House) y actualmente está terminando de escribir una novela de la que se sabe poco y nada; podría decirse que la única certeza es que será editada en los próximos meses. Infonews conversó con Julián López sobre los temas cardinales de su literatura, su forma caótica de escribir y la degradación socio-cultural promovida en la Ciudad de Buenos Aires en los últimos tiempos, entre muchas otras cuestiones.

 

Infonews: -Cuando salió tu novela “Una muchacha muy bella”, en 2013, su éxito fue inmediato, vendiéndose mucho y recibiendo grandes elogios de los críticos. ¿Qué recordás de ese momento de repentina notoriedad?

Julián López:  -El éxito de “Una muchacha muy bella” fue impactante para mí. Yo no tenía pensado ser escritor, pero el libro apenas salió empezó a funcionar, empecé a recibir devoluciones y lecturas, y eso me ubicó en un lugar que para mí era nuevo. Y fue inmediato y sostenido. Entonces me obligó a empezar a pensarme de una manera que hasta entonces no me había pensado. El libro salió un 1° de junio y, como te decía, enseguida comencé a recibir comentarios. Me acuerdo que estaba en el café de la librería Eterna Cadencia, veinte días después de la aparición de la novela, y había una mujer grande que se levantó de su mesa, se acercó a la mía y me abrazó, muy emocionada por el libro. Esos tiempos fueron un cimbronazo, sin dudas.
 

In:  -¿Y se te hizo cuesta arriba volver a escribir después de semejante repercusión?

JL:  -Me pasó que a medida que se sucedían los mensajes que recibía, las reseñas del libro, se generaba una suerte de deuda de escritor, “¿cuándo viene lo próximo?”, y no me interesaba nada eso. A la vez, a mí me gusta escribir, yo quería escribir pero fue raro, así que tardé bastante en arrancar “La ilusión de los mamíferos” y en darle forma. El libro salió cinco años después de “Una muchacha muy bella”, yo habré empezado a escribirlo dos años después, muy lentamente y con muchas dudas, mucha dificultad, hasta que finalmente logré terminarlo.


In:  -Por lo que contás, resulta claro que entre ambos libros no te presionaste, no te sentiste obligado a sentarte a escribir tentado por ese éxito inicial, sino que decidiste parar la pelota.

JL:  -Es que de otra manera no puedo. Siempre que escribo algo nuevo es como empezar todo de cero. Ahora estoy terminando una novela, por ejemplo, y no logro pensar lo próximo en un plan de producción de escritor con cierta confianza. No trabajo así, no me sale. En mi caso, siempre es empezar todo de nuevo.


In:  -Vas a contramano de los tiempos editoriales actuales.

JL:  -Es que no me sale escribir de otra manera, con ese dinamismo. Si me saliera, lo haría.


In:  -¿Querés contar algo de tu próxima novela?

JL:  -Todavía no porque estoy cerrándola. Es un momento en el que puede pasar cualquier cosa. Además, falta definir si sale este año o el próximo. Por eso no quiero decir demasiado.


In:  -Todos tus libros están atravesados por cierta melancolía. ¿Es algo intencional, planificado con minuciosidad o, por el contrario, es un sentimiento que sale a la superficie instantáneamente cada vez que te ponés a escribir?

JL:  -Lo segundo, sí, me parece innegable que pasa eso con lo que escribo, y en algún lugar te diría que creo que la escritura un poco es eso. Es un gesto melancólico de intentar atrapar algo que el tiempo se empeña en disolver, incluso cuando sean narraciones o poemas no propiamente melancólicas o situaciones que no sean del pasado. En este sentido, la escritura es un arte muy conservador, que intenta coagular algo que permanentemente se está deshaciendo en el tiempo. Sin dudas, mi escritura siempre tiene una mirada melancólica.


In:  -Solés narrar el pasado desde un presente hostil, ¿no?

JL:  -Sí, pero no sé si el pasado fue un tiempo más grato, porque te diría que el pasado es como el gran misterio; no existe el pasado y a la vez es todo lo que te captura. Es muy difícil estar vivo sin estar todo el tiempo reaccionando por aquello que sucedió. Y en ese sentido, me parece que la escritura es un intento desesperado y fallido de capturar algo de lo mejor de la mirada sobre eso que pasó. Siempre es fallido.


In:  -En tus novelas también sos muy crítico con la Buenos Aires de los últimos tiempos, mostrando una gran preocupación por la degradación urbana.

JL:  -Sí, soy muy crítico, es cierto. Buenos Aires es una de las grandes ciudades del mundo y en todas las ciudades del mundo ocurre hace unos años lo mismo, que es que las ciudades ahora están pensadas para consumidores y no para ciudadanos. Entonces, la cultura urbana se degradó mucho, en ese sentido. Todas las ciudades del mundo tienen Starbucks, McDonald’s, y tienen cada vez más oferta del mercado para satisfacer a consumidores, y cada vez más retracción de derechos porque los ciudadanos no importamos. Entonces si vos mirás con un dron las ciudades, en algún lugar podés decir “están cada vez mejor”, porque ofrecen cada vez más satisfacción; pero si tenés una mirada histórica y con perspectiva, no está bien lo que está pasando. El mercado avanza sin ningún tipo de regulación, convirtiendo a todo el que nace en consumidor, meramente. No es que antes esto no sucediera, pero ahora sucede exclusivamente y con una valoración categorial única, y esto es una tragedia.


In:  -Otro de tus grandes temas es el amor, más puntualmente el amor en tiempos de caos.

JL:  -Yo creo que siempre escribo sobre lo mismo en mis libros; el amor y la soledad. Creo que eso queda claro cuando leés mis novelas y poemarios, siempre estoy insistiendo con el amor y la soledad. Son los temas de mi literatura y mi escritura, y constituyen el desafío de un ser urbano.


In:  -¿Y hay algún tema sobre el que nunca escribirías?

JL:  -No, me parece que no, todo me parece pasible de ser escrito.

 

In:  -Tus dos novelas están escritas en primera persona; ¿qué encontrás en esa voz que no hallás en otras?

JL:  -Supongo que una comodidad de escritura, escribo mucho en primera persona. En “La ilusión de los mamíferos” hay una segunda persona también, que es un ejercicio que me impuse yo para la escritura; es una persona que, en general, a mí no me gusta cuando la leo, entonces el desafío era cómo hacer una segunda persona que no me resultara tan artificial. Así que le puse bastante atención a eso, a lograr un narrador en segunda que básicamente no me resultara falso. Pero en general tiendo a escribir en primera.


In:  -¿Sos un escritor que elabora su literatura de forma caótica o armónica?

JL:  -Soy muy caótico en todo, y para escribir también. No tengo disciplinas de escritura, soy un tipo muy desprolijo. Así que lo que tengo que hacer es que, aún con esa desprolijidad, pueda avanzar la escritura. A veces me resulta complicado, pero es mi manera de producción. Es difícil no enojarme cada tanto con eso, pero siempre termino reconociendo que mi manera de producir es caótica, no es lineal.

 

In:  -¿Qué fue lo más revelador o sorprendente que te ha dicho un lector o lectora sobre alguno de tus libros?

JL:  -Hablando de “Una muchacha muy bella”, un integrante de la agrupación H.I.J.O.S. me dijo que sus compañeros y él estaban sumamente sorprendidos de que alguien que no era un hijo de desaparecidos hubiera escrito algo así, en lo que ellos se podían identificar y ver reflejados. Y para mí fue muy impactante porque me daba mucho temor. Creo que “Una muchacha muy bella” es la primera novela sobre la temática que no está escrita por una víctima directa. Entonces a mí me daba bastante temor, pensé que se iban a ofender, que se iban a enojar y afortunadamente no pasó nada de eso, muy por el contrario, pero nunca había tenido un contacto directo con alguien, y este contacto fue en una charla en una cátedra de psicoanálisis de la Universidad Nacional de La Plata, a la que me habían invitado para hacerme una entrevista pública. Y bueno, entre el público estaba este muchacho de la agrupación H.I.J.O.S.  La Plata, y cuando llegó el momento de las preguntas él dijo esto y para mí fue conmovedor.


In:  -¿Con qué autores o autoras que te gustan podrías asociar tu escritura?

JL:  -Hay un montón de autores que me interesan y con los que no me siento particularmente emparentado en términos estilísticos, qué se yo. De acá, Antonio Di Benedetto, Néstor Sánchez y Sara Gallardo. Y de afuera, Severo Sarduy y W. G. Sebald. Son todas escrituras que yo admiro mucho, pero no diría que me emparento con ellas, ni siquiera que intento generar mundos posibles de asociación con esas escrituras. No sé bajo qué ala de escritura me podría ubicar, la verdad es que no lo sé, ni tampoco lo pensé. En ese sentido te diría que adoro la lectura, pero cuando escribo no tengo referencias de ese tipo, tan globales. Sí tengo referencias de cosas muy puntuales de algunas escrituras, pero que las uso más bien como citas que como acercamientos posibles.


In:  -¿Sos un gran lector?

JL:  -No, me considero un mal lector, un lector desprolijo y muy atrasado, porque me parece imposible no estarlo. Leer es aceptar el fracaso. Nunca vas a leer eso que tenés que leer, ni aquello que no leíste, que son un montón de cosas; ni siquiera te da el tiempo para eso, para ponerte al día con las deudas de lectura que tenés. Para mí, la identidad lectora es un poco asumir la imposibilidad. Eso me libera mucho. Yo tengo que leer mucho por mi trabajo, estoy en relación con textos todo el tiempo, evaluando y compartiendo textos de mis estudiantes (da clínicas de obra), entonces cuando tengo que leer para mí, leo lo que realmente quiero leer, porque sino no me da el tiempo. Esto, que lo decidí hace unos años, genera algunas molestias en cierta gente que te manda libros, por ejemplo. Entonces empecé a avisar que no tengo tiempo para ese tipo de demanda. Me pierdo de cosas muy interesantes, lo sé, pero el poco tiempo que tengo de lectura lo destino a esas cosas por donde está yendo mi apetito de lector.


In:  -¿Seguís con la organización del ciclo de lecturas Carne Argentina?

JL:  -Sí, durante la pandemia lo suspendimos porque no lo queríamos hacer virtual, pero el año pasado ya volvimos y este año estamos con el ciclo, la próxima lectura es en octubre. Estamos desde 2006, con Selva Almada y Alejandra Zina.

 

In:  -Por último, te llevo nuevamente al pasado. ¿Recordás ese momento concreto en el que dijiste por primera vez “quiero escribir”?

JL:  -No recuerdo el momento específico, pero escribo desde muy chico. Igualmente, siempre me sorprende el oficio, y esto es algo que trato de cuidar. Todo el tiempo estoy fantaseando con no escribir más, entonces cada vez que vuelvo a escribir es como empezar de cero otra vez. Y esto, te repito, trato de cuidarlo, porque es algo muy complejo; tiene muchas contras cuidar un proceso así, porque conspira contra una idea de carrera y de estabilidad económica. Pero a la vez siempre trato de que mi producción de escritura no se burocratice demasiado, por eso es que no estoy pensando en qué voy a escribir después de que termine esto; no lo sé hacer y no lo quiero hacer.

 

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