SOCIEDAD | energía renovable | hidrógeno verde | litio | modelo extractivista | transición energética

La promesa fantasma de la transición energética

La promesa del litio y de las soluciones fáciles a la matriz extractivista/inflacionaria reflejan la necesidad de una transición energética con justicia social y respuestas ecológicas al modelo de mal-desarrollo en la Argentina y en la región.

Foto: Alejandro Rebossio / elDiarioAr.
Foto: Alejandro Rebossio / elDiarioAr.

Bajo la dádiva de proponer un título rimbombante, pero que a su vez explicara la situación crítica en la que nos encontramos, de la que parecen no percatarse gobiernos y gran parte de la ciudadanía (y que algunos autores denominan la era del antropoceno (1), caracterizada por el cambio climático, los incendios forestales y otras acciones que dan cuenta de las injerencias humanas en la naturaleza), me propongo expresarme sobre los límites que propone la transición energética tal como es concebida hasta el día de hoy.   

Se supone que una transición plantea un tiempo corto en la historia; donde pasamos de un régimen a otro, en este caso de una matriz dependiente de restos fósiles (con sus efectos en el cambio climático) a una matriz de energías renovables (E. R.) que se presuponen más limpias. El autor Bertinat (2) explica la transición como: "transiciones (de) un conjunto de medidas, acciones y pasos que permiten moverse desde el desarrollo convencional al desarrollo deseado, buen vivir o el imaginario que construyamos" (Bertinat, T. E. ¿Hacia dónde?)

Resulta que, muchas veces, la transición energética (T. E.) que se nos pretende imponer desde la lógica del mercado (y aún del Estado), implica mayor dependencia de los restos fósiles, más inversión en tecnologías de gran impacto sobre el medio ambiente (como es la exploración offshore en el mar o el litio, al cual nos referiremos más adelante). ¿Y... las soluciones ecológicas al desastre? Postergadas a dentro de 10 años, tal vez más. La transición energética resulta, así, en una suerte de promesa al futuro. Un fantasma de lo que podría llegar a ser algo bueno, pero que en realidad nadie sabe bien de qué se trata, escondiendo intereses y una posible estafa al buen deseo por tener una transición con justicia ambiental. 

Hubo una sola excepción, en lo que respecta a transición energética, sumamente reciente: la apertura a la producción en Argentina de hidrógeno verde (H2-V), la cual se promete como una solución ecológica con alta eficiencia energética, en relación a otras E. R. Eso es verdadero (el uso de H2-V emite vapor de agua u oxígeno), aunque para su producción masiva puede requerir grandes cantidades de agua. (3)

Pero incluso la presencia de H2-V no satisfará a cierta demanda: la de acumulación de energía para diferentes dispositivos, algunos de ellos muy pequeños. Por lo que el H2-V no evitaría la devastación que presupone el extractivismo: al mismo tiempo, el desarrollo del litio (y de los flamantes autos eléctricos) tampoco resolverán el problema de la matriz energética basada en fósiles. Nos encontramos, así, ante posibles soluciones parciales a los graves problemas (que a su vez pueden agravar otros) que enfrentan la humanidad (el cambio climático) y, específicamente, la región de LATAM, como el extractivismo y el deterioro de ecosistemas.

 

La promesa del “oro blanco”

Se ha dicho falsamente que el gasoil (hidrocarburo que se consigue mediante un proceso de destilación del petróleo) es un recurso de transición energética. No nos resultará difícil explicar que no saldremos del régimen de energías fósiles cavando, literalmente, más pozos que nos conducirán hacia más energías fósiles, bajo la excusa de mejorar la economía (una promesa que dista mucho de la realidad, como veremos más adelante).

Pero existe un elemento de la tabla periódica que se propone con el mismo objetivo prometedor: me refiero al “oro blanco”; el litio.

Aquí su defensa es más agresiva todavía, pues el litio se presenta con mayor fuerza, más allá de las grietas políticas, también posibilitado por el capital internacional y la propaganda en su favor, como por ejemplo la imagen enarbolada de Elon Musk como el gran magnate innovador de la transición energética (imagen hoy caída por sus fallidas inversiones). Y esto responde a la propia naturaleza de este material.

El litio es, en los hechos, muy requerido por el mercado internacional (Europa a la vanguardia de su importación) no solo para la confección de autos eléctricos, sino también para baterías de celulares, monopatines eléctricos, pues su mayor potencia es la de acumular la energía eléctrica. Hay una gran diferencia entre una batería para celular y una de auto, y es que la segunda implica aproximadamente un 400% más del metal en cuestión. Esto es tan importante que, por ejemplo, podría favorecer a ciertas energías renovables: se sabe que la energía solar hogareña en sus picos máximos de producción genera energía que se desperdicia, por lo requiere de baterías. Así, el litio está detrás de muchísimos otros dispositivos. Este es el punto gracias al cual el litio se presenta con un alto nivel de consenso, debido a su (aparente) utilidad en la transición. Y a pesar de que su extractivismo genere verdaderas zonas de sacrificio (como llamó Aráoz Machado a la destrucción del territorio en su libro Potosí, el origen), arriesgando la economía campesina y la vida de comunidades enteras

El litio es presentado como una promesa de la transición incluso por sectores de izquierda (que pregonan el ambientalismo). Se trata de la estrella de la industria que puede generar divisas (dólares) al país, generar empleo, y mejorar la economía. O al menos eso suponen desde sectores que podríamos denominar “desarrollistas” (Svampa). Pero los números, hasta el día de hoy, dicen todo lo contrario; por constitución, su extracción implica regalías a las provincias (4), que son de 3% para Jujuy y 3.5% para Catamarca.  Cuando Chile obtenía entre un 30 y 40% antes de anunciar su estatización.

 

Soluciones ecológicas a las falsas soluciones y transición energética

Lo primero a comprender de las soluciones ecológicas que existen hasta el día de hoy es: 1) Que sí existen otras opciones a los modelos de mal desarrollo (Viale-Svampa), solo que no se apuesta lo suficiente por ellas y 2) que esas opciones tampoco son soluciones definitivas aisladas de sus contextos: cada nueva E. R. depende en su desarrollo del ambiente donde se instala.

Se sabe que las hélices de los aerogeneradores pueden atraer aves, por lo que su instalación en zonas con aves en peligro de extinción debería contar una tecnología para alejar dichas aves o, incluso, poner en cuestionamiento su realización. Algo similar ocurrió en el desierto de USA cuando se pretendieron instalar paneles solares masivamente en el desierto: debieron anular la operación al descubrir que podría potenciar el cambio climático. ¿Esto hace la energía solar una mala E. R.?  No, solo advierte de su territorio de emplace: conviene que esta última tecnología se aplique directamente en hogares o empresas pequeñas. 

Las E. R. aparecen, así, como una serie de soluciones (no una sola solución); que tampoco son definitivas. A saber: una definición de las E. R. proviene de la CEPAL, las asocian a la renovabilidad y la sustentabilidad (Cepal en Bertinat). A estos conceptos, la transición energética obliga a pensar dos conceptos más: la combinación o complementariedad entre E. R. (s) y la viabilidad a la hora de reciclar sus componentes, tanto para su producción como para su implementación. El primer punto ya existe y puede multiplicarse; la energía solar y eólica ya se utiliza para producir H2-V (combinación), así, por dar un ejemplo; energía solar y biomasa podrían suministrar de energía barrios enteros. Para el segundo punto es que deben aumentarse las investigaciones en el campo de densidad energética (carrera que viene ganando el H2-V) y la eficiencia energética (a veces la eficiencia energética es otra fuente de energía renovable, Bertinat). Así como en la reducción del impacto ambiental de los materiales a utilizar: es necesario oponer al extractivismo neocolonial la vuelta en circulación de dichos materiales, contra la obsolescencia programada que proponen ciertas empresas. Por ejemplo: ¿cuál es el destino de una batería de litio tras usarse 15 o 20 años en un automóvil? Algunos estudios sostienen que dichos materiales podrían utilizarse en baterías hogareñas otros 10 años. También existen intentos de leyes por hacer que las empresas que extraen o producen materiales contaminantes tengan la fórmula para reciclarlos.

Propósitos tangibles que podrían realizarse, pero que encontrarán en sus adversarios al mercado, algunos medios de comunicación y las multinacionales extractivistas que, por el momento, poco investigan en el futuro reciclaje de las materias que ellos extraen, sin pensar en sus consecuencias ambientales. Pero hay un problema todavía mayor...

Aún si se pudiera reciclar las baterías de litio (o mejor dicho extender su vida útil de 20 a 30 años), el “oro blanco” supone verdaderas zonas de sacrificio, que expulsa a pueblos originarios de sus tierras, depreda los ambientes naturales (en este caso las salinas) y utiliza millones de litros de agua, tanto de salmuera como de consumo humano. Pero su problema radica en la inevitable combinación entre ambos tipos de agua y la posterior contaminación de las napas, como señala el diario Perfil (5) y numerosos artículos. La depredación neocolonalista podría resumirse del siguiente modo: no vienen por el litio, vienen por el agua.  

Desde luego existen otras maneras de extraer el mineral, pero hasta la fecha en Argentina se utiliza el método que implica evaporar agua de salmuera al aire libre. Y a pesar de que varias provincias argentinas viven en estrés hídrico, se atraviesa una sequía sin precedentes y, sobre todo (como se dice desde las asambleas de no a las minas del oro); el agua es vida.

Litio y transparencia en Argentina: quiénes son los dueños del nuevo “oro blanco”

 

Paréntesis económico 

Aferrarse a una sola solución definitiva (como se advirtió, impensablemente, desde el mismísimo ámbito de mayor representación política que ocupa una sola persona en Argentina) puede traer problemas no solamente a nivel ambiental (destrucción de ecosistemas como en el caso del litio, posible contaminación de napas como es el caso de la técnica de fracking, etc.) sino también, y sobre todo, económicas.

Si evaluamos el déficit en la balanza comercial energética al año 2011, era de 3.500 millones USD (6). El gobierno que siguió, “solucionó” el déficit con impuestazos contra el pueblo. Hoy se propone a Vaca Muerta y al litio como garantes de una futura (supuesta) estabilidad económica, ignorando la transición energética, la innovación en fuentes energéticas renovables y la volatilidad de los precios internacionales de los productos primarios. Lo que, a su vez, implica una inversión de millones de dólares en subsidios a empresas multinacionales y estatales, sin percepción de su huella ecológica y estabilidad a futuro.

Los números se vuelven más injustos si consideramos que buena parte de la matriz energética argentina (barata para las empresas, vía subsidio estatal) es destinada a los emprendimientos que saquean los bienes comunes: según Cammesa (al año 2018) el 54% de la energía fue destinada a las industrias; el resto a hogares. De ese 54% las más demandantes han sido los emprendimientos de minería metalífera; siguiéndole de cerca la minería no-metalífera y (algo más lejos) la industria papelera. Si comparamos la Gran Demanda (GD) de energía (2022-2023) de las industrias, veremos que algunas de ellas sufrieron una leve desaceleración del orden del 0 al 3,9%, pero lo llamativo es cuando analizamos la GD de extracción de minerales; aumentó 13% en sólo un año (Cammesa, 7).

La conclusión es simple: este país subsidia emprendimientos que extraen los bienes comunes y giran commodities al exterior con bajo valor agregado y casi sin regalías para provincias y nación. Un negocio redondo (para algunos), que tiene consecuencias inflacionarias.  

Por otro lado, si consideramos como parte del modelo extractivista al modelo sojero del campo, podremos prever que tras décadas de ese modelo, caracterizado con la importación de productos agroquímicos (el subrayado no es casualidad: se paga en USD), que someter nuestros territorios a la explotación intensiva no mejora la economía, sino que la empeora, tal como se viene planteando desde el ámbito de la agroecología. Mismo el modelo-litio, implementado desde los años 90 en argentina (8), nunca supuso barrer la pobreza y desnutrición de las provincias del norte, pero sí ha dejado a pueblos originarios y campesinxs sin acceso a territorio y al agua potable. En otras palabras, el modelo extractivista y el modelo energético basado en energías fósiles son modelos injustos, altamente inflacionarios. Por lo que tampoco funcionarían como el mal menor que se proponen desde ciertos sectores desarrollistas ligados a las falsas soluciones y la transición basada en gasoil convencional, exploración offshore en el mar y sobre todo; litio. Litio como promesa de solución fácil a todos los problemas y generación de commodities.

 

El punto es interrogarnos, en tanto sujetxs eco-concientes, si la transición dependerá únicamente de las especulaciones del mercado, con sus licencias, y de las maniobras manipuladoras de proyectos políticos “populares”, que hablan de transición para agradar, generando organizaciones y sujetxs afines a sus modelos de mal desarrollo. O si lxs sujetxs políticos podremos imponernos a sus agendas, ante la urgencia climática y regional que representa el extractivismo y la dependencia fósil.

Por otro lado, proponer acelerar la transición es una postura social-demócrata europea (por su interés en importar el litio a cualquier costo ambiental en el denominado tercer mundo) y que podría beneficiar a gobiernos populares/antipopulares en su negocio exportador, afirmando lo que en estos territorios se conoce como “economías bananeras” y que potencian el neocolonialismo (exportar materias primas sin valor agregado, sin control ciudadano, sin énfasis en consecuencias ambientales).  

Desde el ámbito de la comunicación, se sabe que “las tecnologías -todas las tecnologías- desempeñan un papel central en los procesos de cambio social” (9) y en las transformaciones ecológicas: no es lo mismo el impacto de un pozo que extrae petróleo con la técnica de fracking que instalar un aerogenerador: los efectos sociales del litio pueden ser devastadores a nivel soberanía (acentuar el neocolonialismo), en tanto existen otras soluciones a la demanda de acumulación de energía en pequeños dispositivos, que todavía necesitan desarrollo (algo que el mercado tarda en hacer). Investigadores del Conicet trabajan en un supercapacitor (acumula la energía de forma similar a una batería) de carbón activado que se obtiene a partir de yerba mate (10), una solución bien regional a problemas de alta envergadura. En tanto otros proyectos ofrecen mayor densidad energética que las baterías de litio (como el H2-V, que ya mencioné).  

El proceso puede ser complejo, habrá que evaluar la viabilidad, la potencialidad de reciclaje, el impacto en los territorios, el desplazamiento de comunidades para cada proyecto: y éstos tampoco pueden darse con las organizaciones ambientalistas y lxs trabajadores afuera.

La detención del modelo de mal desarrollo, en vista de una nueva forma de producción de energías renovables que beneficien a todxs, bajo control de sus trabajadorxs, debe ser hoy y no dentro de 10 años. La transición que nos proponen mayoritariamente desde el Estado y el mercado se trata de la sábana de un fantasma, esconde el peor horror. Quitémosle la sábana al fantasma, exijamos que se materialice una transición con justicia social y ambiental.

 


Notas al pie

1. Svampa, el Antropoceno. 2018.

2. “Transición energética… Hacia dónde?”. Pablo Vertinat en “Soberanía energética, propuestas y debates desde el campo popular”. 2018. Fundación Rosa Luxemburgo

3. “Hidrógeno verde, ¿transición energética o mayor dependencia?” Agencia Tierra Viva. Energías renovables e “hidrógeno verde”: ¿Un nuevo rostro de la destrucción?

4. Litio: las provincias mineras definen estrategia común para cobrar más regalías

5. Impacto ambiental del litio: el uso de agua dulce y el desecho de residuos tóxicos genera discordia

6. Camessa, compañía administradora del mercado mayorista eléctrico (2016) en La política hidrocarburífera en la Argentina No convencional.  Felipe Gutiérrez Ríos.

7. Cammesa, comparación acumulado por actividad: CAMMESA. Gran Demanda Mayor. Evolución de la demanda por rama y actividad 

8. Los dueños del litio, Diario AR: Los dueños del litio: nombres ocultos, fondos de inversión y bancos extranjeros, detrás del boom minero en Argentina

9. Hernán Thomas en Soberanía energética, propuestas y debates desde el campo popular. 2018. Fundación Rosa Luxemburgo 

10. Muestran cómo se puede aprovechar la yerba mate usada para generar carbón activado para supercapacitores de baterías

 

Acerca del autorx

Mikhaíl Vera es estudiante de Lic. En comunicación en UNSAM. Edita en una editorial independiente especializada en poesía y ensayo de personas del colectivo LGBTQ+ (Ed. MEFAME).



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