Por Diego Pietrafesa
Primero lo primero, lo más fácil: los cínicos no sirven para este oficio. Robo el título de una recopilación de textos del maestro Ryszard Kapuscinski, material que entre sus páginas atesora otra cita demoledora: "Para ser periodista hay que ser buena persona".
¿Cómo aplicar ese registro en algo tan intangible e inabarcable como "ser bueno"? Ni la menor idea. Supongo que hay una coincidencia humana básica frente al dolor. O debería haberla. Ante un hombre tirado en el piso, sufriendo, ¿qué hacer? No esquivarlo, notar su presencia, advertir que eso que le pasa le está haciendo daño y luego actuar para siquiera darle ánimo, un abrazo o un plato de comida. Ponerse en el lugar del otro es un mandato irrenunciable.
En cada avalancha de micrófonos, grabadores y celulares, tendríamos que anteponer un planteo antes de cada pregunta: ¿Y si el entrevistado fuera yo? Evitaríamos obviedades, indiferencias y maltratos y, sobre todo, dejaríamos el altar de nuestra propia (y falsa) superioridad moral.