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Publican en Argentina la primera novela de Mario Levrero

A 20 años de la muerte del célebre autor uruguayo, llega a las librerías de nuestro país "La ciudad", obra publicada originalmente en 1970.

Mario Levrero. Foto: Círculo de Poesía
Mario Levrero. Foto: Círculo de Poesía

Para celebrar los 300 años de Montevideo, Criatura editora publica en el país como novedad de septiembre La ciudad, primera novela del notable escritor uruguayo Mario Levrero. Editada originalmente en 1970, se trata de una obra "profundamente kafkiana, es un laberinto alegórico, una exploración literaria en la que Montevideo es un horizonte de luz al que aspirar en la confusión de un viaje absurdo, el viaje del deber ser de la vida adulta", explican desde el sello independiente fundado en 2011. 

Sobre Mario Levrero (Montevideo, 1940-2004)

Además de autor de una amplia obra literaria que abarca cuento, novela e incluso un Manual de parapsicología, Mario Levrero fue librero, guionista de cómics, humorista, creador de juegos de ingenio y crucigramas. En 2000 obtuvo una beca Guggenheim, que resultó en la publicación póstuma de su obra consagratoria, La novela luminosa (2005). 

Del autor, Criatura editora publicó también los libros de cuentos El portero y el otro y La máquina de pensar en Gladys; Nuestro iglú en el Ártico, un volumen de diez cuentos seleccionados y prologados por Ricardo Strafacce; Irrupciones, la recopilación de sus columnas para la desaparecida revista Posdata, con prólogo de Felipe Polleri; Historietas reunidas de Jorge Varlotta (Premio Bartolomé Hidalgo de Relato Gráfico, con ilustraciones de Lizán; y Manual de parapsicología, con prólogo de Matías Núñez.

"La ciudad", la novela de Mario Levrero que Criatura editora publica en Argentina.

Fragmentos del libro: 

“Quizá antes de entrar, en el momento de abrir la puerta, noté la humedad; las paredes y el techo goteaban, todas las cosas estaban húmedas, como cubiertas de baba, el piso resbaloso. Y el aire enrarecido, con olor a cerrado y a larga ausencia de seres humanos. El tiempo no ayudaba; desde hacía unos días no se veía el sol, y caía sin tregua una fina llovizna y, de vez en cuando, un chaparrón muy fuerte. La casa no tenía ningún sistema de calefacción; me iba a ser imposible desalojar la humedad por el momento. En la cocina había un viejo primus, pero nada de combustible; solo unas botellas, con olor a querosene…”.

“No estaba seguro de la ubicación del almacén; luego me di cuenta de que más bien no tenía mayor idea del lugar donde podría encontrarse. Había ido una sola vez, hacía años, y en compañía de otra persona —sin necesidad de prestarle especial atención al recorrido para fijarlo en la memoria; y, aunque lo hubiese hecho, probablemente ya lo habría olvidado. Con todo, me sentí impulsado a caminar hacia la derecha, y a buscar con la vista una señal que despertara el recuerdo”.

“Que debes cargarme. No quiero seguir caminando. Estoy muy cansada, y de todos modos no llegaremos a ninguna parte. 

-Es ridículo. Todos los caminos llevan a alguna parte. Y aunque fuera como dices, ¿de qué serviría que te cargara? Sería mejor, entonces, quedarnos aquí, al borde de la carretera. ¿Para qué caminar inútilmente? 

Yo hablaba con rapidez y enojo. Me mortificaba razonar de una manera tan elemental sobre algo tan estúpido”. 


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